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Miguel Colunga

No teclees Al-Qaeda

Mientras miles de personas buscan emanciparse y quitarse el yugo de sus gobiernos represores, en algún lugar de Estados Unidos se construye un gran centro de monitoreo de telecomunicaciones. Los norteamericanos ya tienen un nuevo Big Brother.

El grupo de hacktivistas Anonymous ya puso en jaque a los Estados Unidos. Sus ataques cibernéticos a páginas del gobierno, instituciones bancarias, de empresas y servicios han dado cuenta que estos muchachos inquietos no están jugando. De por sí los gringos son paranoicos y llegan los Anonymous a moverles el tapete.

Además de toda la red Echelon para espiar comunicaciones electrónicas a nivel mundial y de los cientos de espías con gabardina negra y lentes oscuros que rondan al mundo atentos al bienestar de la humanidad, los Estados Unidos están desarrollando una costosísima red de espionaje nacional en el desierto de Utah.

Denominado como el Utah Data Center (UDC), albergará información pública y privada en materia de telecomunicaciones. Algunos han echado a volar la imaginación, con o sin razón, y apuntan de que nuestra huella electrónica (esa que dejamos al navegar por internet, o al hacer compras en línea, al registrarnos en algún aeropuerto, al pagar en el Starbucks de Hong Kong…) será guardada en ese centro de datos.

No es para tanto, yo digo. Está bien que el nuevo juguetito del Tío Sam cueste más de dos mil millones de dólares y tenga una superficie de 25 mil metros cuadrados. Y la gran pregunta es ¿para qué guardar tanta y tan detallada información? Pues la verdad mi imaginación no va tan lejos. Es más, lo confieso, yo no tengo mente conspiranóica. Esos temas se lo dejo a un Agente 007 encarnado por el seductor Roger Moore o el siempre bien arreglado Sean Connery. Ellos sí estaban capacitados para enfrentarse a espías rusas –de labios rojos y carnosos, de mirada cándida, pero decididas a usar armas de fuego-.

Hablar de un proyecto de seguridad que tiene cuatro años gestándose, con miras a entrar en funciones en el 2013, no es cualquier cosa. Cálculos de la consultora Ultra Electronics estima que el mercado de ciberseguridad ronda los 50 mil millones de dólares anuales.

El UDC, cuentan los que saben, almacenará información interceptada y guardada desde el 2001, año en que Estados Unidos perdió el control de su seguridad interna y optó por jalar la cobija al extremo: a través de la Agencia de Seguridad Nacional espió constantemente las comunicaciones mundiales, acumulando una cantidad de información impensable y de la que, por supuesto, nuestras narices no tienen conocimiento.

En el diagrama de operación del Utah Data Center se detalla que el UDC contará con nueve nodos de los cuales se alimentará y cruzará la información. Uno está en Texas, desde donde se intercepta información de América Latina, y desde el 11 de septiembre se le asignó a Medio Este y Europa; el segundo está en Georgia, desde donde se monitorea Europa, Medio Este y África del Norte. Y el último nodo está en Hawaii y está dedicado exclusivamente a Asia.

Algunos más han señalado que ese tipo de iniciativas de espionaje no operarían sin la complicidad directa de empresas de telecomunicaciones y telefónicas. Sin ellas, dicen los maestros de la conspiración, la Agencia de Seguridad Nacional no hubiera recolectado nada de información. Así, hombres y mujeres tejen sus sospechas en bares de poca monta, con ambientes llenos de humo de cigarro, mientras intercambian sobres con la leyenda “Confidencial”. ¡Toda una trama de espionaje internacional!

Pero en una cosa coincido con los conspiranóicos: el año pasado ocurrieron una serie de movimientos y levantamientos sociales de las que las redes sociales y telecomunicaciones fueron la chispa que dinamitó la movilización de los inconformes.

Esos movimientos sociales no ocurrieron a espaldas de los Estados Unidos. A fines del año pasado salió a la luz que miembros de una agencia de seguridad de Estados Unidos capacitó a líderes sociales y sindicales para movilizar a los ciudadanos en Egipto.

Entonces, que Estados Unidos salga a decir que no sabe lo que pasa en el mundo cuando voltea la mirada a otro lado, es realmente un mal chiste digno de Billy Crystal.

Por eso, estimado lector, te sugiero que no teclees frases como “Bill Gates juega matatena con Al-Qaeda” o expresiones como “Si Bin Laden viviera estaría tomando café con Hussein”. De lo contrario la red Echelon y los ojos de Estados Unidos podrían colocarte como potencialmente peligroso. Por tu seguridad, no lo hagas.

* Miguel Colunga (@miguelcolunga1) es bloguero. Y cree que si Saddam Hussein viviera, no estaría tomando café en la Quinta Avenida, y mucho menos Bill Gates tendría interés en cruzar palabras con un Bin Laden. De lo que sí está seguro es que cada día hay que cuidar más lo que se teclea en internet.

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Publicado originalmente el 21/03/2012 en www.laciudaddeportiva.com http://bit.ly/utah007

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