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Miguel Colunga

Ahorcarse con la propia soga

Cuando un acontecimiento pasa del mero hecho noticioso a uno que raya en lo telenovelesco, es cuando hay que estar atentos al papel que están jugando los actores.
Y cuando hablo de actores no me refiero a los involucrados directamente en la noticia. Los afectados, los sobrevivientes, los testigos, las fuentes oficiales… Sin dejar aparte el papel de los medios: hay que girar la lente de la cámara para ver cómo están haciendo su trabajo los comunicadores.
En México en dos días se han desatado los comentarios por dos hechos diferentes entre sí: la entrevista que realizó la revista Proceso al narcotraficante “El Mayo” Zambada, desde su guarida en un norteño estado del país. Y segundo,  el anti clímax que ha tenido el caso de la niña Paulette.
Del primer caso se podrá comentar lo que sea. “Que si Scherer tuvo que dar concesiones para la entrevista, como no llevar grabadora”, que “Cómo le iba a decir que no a Zambada para que lo abrazara para la foto”, etcétera. Pero estamos entrando en un terreno bastante delicado: ¿un medio se convierte en vocero de un grupo armado? ¿Qué mensaje está enviando Proceso a los demás delincuentes y medios de comunicación? Y otro punto: ¿se hace una apología del delito, al dar espacios en medios de comunicación a personas vinculadas, buscadas o procesadas por algún delito? Entendamos a grandes rasgos qué es una apología del delito: es una alabanza o exaltación digna de defensa y aceptación por todos de un ilícito.

En enero de este 2010, el PAN propuso en la Cámara de Diputados encarcelar a quienes produzcan o difundan canciones o películas que exalten a criminales, poniendo cierto énfasis en los narcocorridos.

El diputado Óscar Martín Arce Paniaga envió dos iniciativas de ley contra los narcocorridos. En aquel entonces declaró: “"Hay testimonios de delincuentes que tuvieron inspiración en las narraciones populares con melodía. Esas expresiones facilitan la difusión de antivalores", dijo el diputado del PAN.

Ese tipo de posturas son infantiles. Pero también son un claro ejemplo de la banalidad en la que caen las autoridades cuando de castigar el delito se trata.

En el caso de Proceso considero que pasó por milímetros la delgada línea entre lo informativo y lo escandaloso. Se arriesgó, cierto. Jugó una carta que por ahora es muy temprano para decir si le resultó positiva o no. Mientras, medios sinaloenses informaron hoy martes que un grupo de personas armadas confiscaron más de mil 700 ejemplares del semanario, dejando solamente 200 al distribuidor local. Empleados de Proceso, entrevistados por medios electrónicos, reconocieron que es común que les confisquen ejemplares, sobre todo cuando tocan temas del narco. Que los medios se acostumbren a las intimidaciones nos habla de la falta total de autoridad en los tres niveles de gobierno. ¿El único camino de los medios es callar las noticias relacionadas con el narco? ¿Llegar a extremos como El Universal, que firma las notas de ejecuciones u operativos con "Redacción El Universal", para proteger la identidad de sus reporteros y corresponsales? ¿Los medios se han metido sin querer a la boca del lobo?

Por otra parte, en el caso de Paulette, la niña desaparecida y hallada muerta recientemente, el espectáculo se ha centrado en los dimes y diretes de los padres. Entrevistados por separado, cada uno ha dado su versión de los hechos, han desmentido rumores, y dejado dudas sin resolver. Lo que seguramente no han medido los señores padres de Paulette y los medios de comunicación es que unos están usando a los otros. El caso Paulette ha dado para dos semanas. Cada día se tejen más intrigas, se buscan más personas relacionadas con el matrimonio para obtener información privilegiada, se buscan más filtraciones de las autoridades. Y claro, las autoridades no se pudieron contener y tuvieron que convertir el caso en un circo de tres pistas. Como la teleserie Lost, los que hemos estado en parte de la ola del caso Paulette no sabemos cuál es el pasado, cuál el presente, y cuál el futuro.
Para alimentar la historia los medios han recurrido a viejas técnicas para obtener información. Técnicas que muchos conocemos, pero que nadie habla de ellas. Reglas no escritas de la profesión de informar… El pago por información. Más de uno negará o despotricará. Negará esas triquiñuelas. “¿Pagar por una información? ¡Jamás!”, escucho decir a reporteros y editores. Pero seamos honestos, aunque sea una vez. Pagar por información es un capítulo muy rentable en la historia de comunicar. Tal vez no siempre sea pago monetario. En otras ocasiones, como el caso de Proceso, se hacen concesiones: sí te doy la entrevista pero no me hables de tal tema. No quiero fotos. No digas dónde fue la entrevista. Algunos datos que te dé manéjalos como que una fuente muy cercana te los proporcionó. En fin… Es decir, negociar la moticia y su calidad.
Pero toda historia, y los contadores de ella, tienen un límite. El dar favores a las fuentes, a los involucrados, a lo actores debilita la labor y la relación profesional. Pero es un juego que el informante mide: sabe que el medio, con ese actuar, podrá ser ahorcado con la soga que tejió.
Es una vena que dará sangre… Y si se seca, habrá otra que colabore… Todos tienen espacio en los medios. Nada más hay que negociarlo.

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