Blogia
Miguel Colunga

Legisladores: gratis, no nos salen

Mantener al Poder Legislativo nos sale muy caro a los mexicanos. El despilfarro de los recursos por parte de los “representantes populares” nace del principio que el dinero no es de ellos.

Por Miguel Colunga
twitter:@miguelcolunga1

 

A inicios de julio se dio a conocer que la Secretaría de la Defensa Nacional solicitó a la Secretaría de Hacienda la autorización de 750 millones de dólares para adquirir una nueva aeronave que usará, si es que las autoridades electorales así lo deciden, el próximo Presidente, Enrique Peña Nieto.

Si bien el gobierno de Felipe Calderón inició los trámites para cambiar el avión TP-01 que lleva 26 años de uso continuo, será el gobierno entrante el que salde el monto de casi mil millones de billetes verdes.

La Sedena, según reportaron varios medios nacionales, justificó la compra del 787 Dreamliner por motivos de “seguridad nacional”, además de que el modelo de avión seleccionado cubre las necesidades del Primer Mandatario. La aeronave, así, fue clasificada como “transporte estratégico” del próximo Presidente de la República. Una vez finiquitado el monto, el avión comenzará a usarse a partir del 2015.

El Dreamliner, de la armadora Boeing, es un avión con una capacidad de entre 250-290 pasajeros; de una longitud de 63 metros, y de punta a punta de sus alas mide 60 metros.

“¡Setecientos cincuenta millones de dólares!”, fue el grito que pusieron en el cielo algunos integrantes de la Cámara de Diputados, específicamente los de la bandera “progresista”. Y sacaron sus calculadoras y concluyeron que con ese dinero podían comprarse, al menos, siete aeronaves del mismo modelo.

El exgobernador de Michoacán y actual senador del Partido de la Revolución Democrática, Leonel Godoy, se opuso a la compra del 787. “No debe regatearse la compra de la aeronave, pero hay que ajustarlo a la austeridad que caracteriza al Ejecutivo Federal de un país que tiene millones de pobres”, atinó a decir el legislador.

 El tema de la renovación de la flotilla presidencial no es nuevo. Tan es así que el Presupuesto de Egresos de la Federación 2012 incluía un llamado a la SHCP para contemplar cierta suma de dinero para adquirir nuevas aeronaves, luego de los recientes accidentes donde perdieron la vida dos secretarios de Gobernación.

Al final del cuento, todas las bancadas, ¡todas!, de la Cámara de Diputados y Senadores avalaron la compra del juguetito que estrenaría Peña Nieto.

¿Los Legisladores hablando de gastos excesivos?

Este tipo de supuestas indignaciones legislativas, lo sabemos, forman parte del juego de sombras de nuestro Poder Legislativo que cada año nos cuesta, cerrando números, cosa de diez mil millones de pesos. Según reporta la investigadora del CIDE María Amparo Casar en su trabajo “El uso y abuso de los Recursos Públicos” (México, septiembre 2011), en el 2010 la Cámara de diputados erogó 4,754 millones de pesos; la de Senadores 3,570 millones de pesos y 1,227 millones de pesos para la Auditoría Superior de la Federación. La operación de todo el Poder Legislativo sale en la “austera” cantidad de 9,550 millones de pesos.

Casar, tomando como referencia información pública, muestra el ascenso presupuestal del Poder Legislativo en los 11 años recientes: en el año 2000 el Poder Legislativo costaba 4,382 millones de pesos... en el 2011 ascendió a 6,595 millones de pesos. “Esto es, un crecimiento real de 50.5%”, resume Casar.

El trabajo de los diputados, en sí, es cuestionable de principio a fin. La vox populi, en la que yo me incluyo, califica de “muy caros a los huevones de los diputados, ¿por hacer qué?”. Es cierto, no gozan de buena reputación, y al menos no percibo que estén preocupados al respecto. Más bien a ellos los veo muy tranquilos y ajenos a la realidad nacional. Pero claro, con tremendo blindaje financiero, cómo esperamos que estén perceptivos a lo que realmente sucede en las calles, en las colonias, en el transporte público.

Aquí no acaba la que yo llamo “La danza de los millones”. ¿Recuerdas lector aquel escándalo por la construcción de la nueva Sede del Senado, ubicada en Paseo de la Reforma, en el Distrito Federal? El caso tomó tintes absurdos cuando nos enteramos que la obra, un elefante blanco a mi parecer, costó en total 4,228 millones de pesos. ¿Suficiente? No. La construcción del edificio salió más del doble de caro de lo originalmente contemplado, que fue de 1,699 millones de pesos. De esos más de cuatro mil millones de pesos se gastaron de 3,680 millones de pesos, cifra que fue la que muchos medios dieron como “oficial”.

El nuevo edificio a las pocas semanas de operar registró fallas en el sistema electrónico de votación, luego por las famosas “tormentas atípicas” el edifició sufrió inundaciones, y más recientemente una falla en los elevadores del estacionamiento provocó que el auto de una secretaria se viniera abajo.

Y regreso la pregunta a los Legisladores: ¿Alguno de los “representantes del pueblo” puso el grito en el cielo”? Hasta ahora no recuerdo una sola voz disidente. Al contrario, los Senadores recorrieron al menos dos veces las instalaciones nada más para checar cómo estaba quedando el flamante edificio de 74 mil metros cuadrados de superficie. Mientras la conclusión e inauguración del edificio tuvo al menos seis retrasos, el canal americano National Geographic lo exhibió en su serie de documentales “Megaestructuras” como una “proeza de la ingeniería y sello distintivo de la Ciudad”.

Por el lado de los Diputados la situación no es más alegre. Digamos que ellos no se caracterizan por decirle no a la avaricia. Ahí está el dato de que la Cámara de Diputados destinó 60 millones de pesos a lo largo del 2011 en publicidad. Por cuatrimestre los Diputados gastaron 20 millones de pesos, eso sí bien etiquetados bajo el concepto de “campañas en radio, televisión, medios impresos y electrónicos, reportajes y consultorías, entre otros para que fueran difundidas sus actividades legislativas”. ¿En verdad tienen mucho logros que difundir?

El colmo fue en mayo pasado, cuando nos enteramos que los Diputados alistaban la compra, por adjudicación directa y en calidad de urgente, de un nuevo tablero electrónico de votación con un costo de 120 millones de pesos.

La urgencia de los legisladores radicó en que el actual tablero comenzó a tener fallas graves que imposibilitaba la votación correctamente.

Como he escrito aquí lector, queda claro que los legisladores son buenos para cuidar los centavos cuando no van directamente a sus arcas, para su beneficio, o como dirían ellos “para su trabajo legislativo”.

La irresponsabilidad de los legisladores en el manejo del dinero público, del que ellos se alimentan -aunque el petista Gerardo Fernández Noroña reniegue de que él no vive del dinero del pueblo-, goza de larga vida e impunidad de la que son capaces los representantes populares.

Con razón todos los partidos, desde lo más moderados hasta los más “progresistas”, se pelean el hueso cada tres años. El dinero no es de ellos, ni a ellos les cuesta. De ahí el despilfarro. Sería bueno que los Diputados y Senadores hicieran las sumas y restas de cuánto se llevan en salarios, dietas, asistentes, choferes, alimentos, seguros, y demás beneficios del poder... Tal vez así, iluso yo, caigan en cuenta que gratis, gratis no nos salen.

__

 

0 comentarios