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Miguel Colunga

Strauss-Kahn no ve películas de sexo

Strauss-Kahn no ve películas de sexo

El ex director del Fondo Monetario Internacional, tan dado a acostarse con prostitutas y a acosar mucamas, Dominique Strauss-Kahn, parece que tiene de su lado a los gurús esotéricos de alguna líder sindical mexicana.

Luego de los dimes y diretes sobre el escándalo sexual del septuagenario Doctor en Ciencias Económicas, y de salir a la luz que su principal demandante había incurrido en falsedad en sus dichos, nos enteramos que está envuelto en un caso de proxenetismo a nivel internacional del cual sus abogados señalaron que "la lujuria no es un delito".

Vamos, que sus abogados están enterados del apetito sexual de su cliente. Algunos detalles de las acusaciones se enfocan en que DSK solía visitar clubes de prostitución e intercambio de parejas (clubes swinger). Es decir, que mientras de día dirigía al Fondo Monetario Internacional, de noche daba rienda suelta a esa lujuria, deseo carnal, un tanto implacable que dicen que tienen los hombres de poder.

Al igual que, dicen los mitos y las historias de Hollywood, el emperador Romano Calígula, a quien los proclives al morbo han dicho que se acostaba hasta con su perico. O un Napoleón. O más contemporáneo un Puff Daddy presumiendo sus 28 horas continuas de sexo. Del inglés Hugh Grant ya ni hablar, que por sus aventuras con chicas de la vida galante se hizo más famoso todavía.

Otro alegato de los abogados de DSK, es que no sabía que se estaba acostando con prostitutas. Imaginemos la escena: el hombre llega en su lujoso auto, se estaciona en la calle frente a un local aparentemente desocupado. Se para y toca tres veces el portón principal. Se abre una pequeña mirilla, dice su alias e inmediatamente le dan el paso. En el interior del lugar hay unos 50 asistentes, algunos despistados, otros se mueven con la experiencia que da frecuentar un lugar así. Entre el grupo, hay unas 30 mujeres en edad casadera que rondan los veinticinco años. Algunas visten muy formal, vestido largo. Accesorios y maquillaje hacen perfecto juego. Otras, más atrevidas, conocedoras de lo que los hombres buscan y desean, con algún escote pronunciado, bordeando los senos. Ríen quedamente. Beben.
Nuestro personaje, DSK, se acerca a alguna mujer de talle sugerente. Intercambian palabras y sigilosamente se dirigen a una de las habitaciones del piso superior. Ella entra y sin mediar palabra comienza a desvestirse. Él la alcanza y se entregan a un encuentro sexual, previo pago de la cuota acordada.
DSK sale del lugar algo desaliñado, el pelo alborotado. Sube a su auto y se dirige a su hogar donde su esposa, la periodista Anne Sinclair, encargada de la edición francesa del ’The Huffington Post’, lo recibe con beso en la mejilla. Charlan de sus respectivas rutinas y se van a dormir. Hasta este momento, según los abogados del funcionario, el personaje no estaba enterado que había tenido sexo con una prostituta. ¿Demasiada ingenuidad?

Pero una cosa es lo que los personajes hablan de sí mismos, de sus deslices, de sus filias, y otra lo que los involucrados -directa o indirectamente- hacen público. Por eso el caso de DSK tomó más relevancia: eran lo dichos de una mujer de color, que daba detalles de la forma en la que DSK le aventó sobre la cama y obligó a hacerle sexo oral. ¡Una trama que hasta el cine porno hubiera envidiado!

Imaginar a un DSK cediendo ante el cuerpo de una o dos mujeres, solicitándoles con un lenguaje obsceno que le hagan esto o aquello, no es propio del director de una institución bancaria mundial. No va con esa imagen de trajes finos, lociones de marca, restaurantes privados, reuniones con líderes mundiales y recibimiento de reconocimientos internacionales.

Veo a un hombre de pelo cano, entrado en sus setenta y tantos años, y lo primero que me viene a la mente es a mi abuelito; o al dueño de la tienda de la esquina; o al señor que por las mañanas me trae el periódico.

No, esa vida de lujuria no es del director del Fondo Monetario Internacional. De ser así, ¿quién llevaba las riendas del organismo monetario? ¿Cuántas veces tuvo aventuras sobre su escritorio, arrugando con la premura de la lujuria que se sabe que se extinguirá rápido, cheques de fondos internacionales o documentos oficiales? ¿Cuántas veces DSK llegó tarde a una reunión porque en el camino se topó con una atractiva mujer que con un guiño la subió a su auto color negro y se entregaron a un rapidín? La respuesta a una o varias de éstas preguntas pueden ser: Una o varias veces.

Por eso que el DSK que veo en las fotos, de un hombre serio, de cejas negras, cara redonda, nariz aquileña, no es el de una persona con un apetito sexual incontrolable. Esos, según el imaginario hollywoodense, tienen barba, mirada penetrante, hacen sus excesos en sótanos herrumbrosos, tejen vestidos con piel humana... Y por eso es que seguramente, argumentarán sus abogados, Strauss-Kahn no ve películas de sexo. Todo sea por burlar la ley.

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Twitter: @miguelcolunga1

1 comentario

Didi -

ajajja hasta con el perico! ajajjaja...lo que más me da grima de todo esto, es que con él o con cualquiera, los argumentos de los abogados son como de niños de primaria jugando a los juicios...en fin. Son divertidos pero cuando los juicios son ganados por argumentos así, ya no lo son tanto. Saludos!